jueves, 22 de enero de 2015



Hoy Mar del Plata, pero esta situación representa paralelamente también a otras localidades balnearias Miramar, Necochea, San Bernardo, Villa Gesell, Pinamar y tantas otras, que están en la misma situación del presente relato.
Que el mar avanza sobre el frente marítimo, es una verdad. También en muchos puntos de la costa, la erosión sobre la misma es real e indiscutible. Los espacios de playa más apetecibles, mejor ubicados, más populares histórica y culturalmente hablando, sufren una especie de loteo con usufructo privado que comúnmente se denominan “concesionarios”. Lejos en el tiempo quedaron aquellas playas públicas donde ocio, disfrute y recreación era para las mayorías que podían accederlas. Hoy deben sufrir cuando ven el poco espacio de playa que queda.
Ese avance implacable del mar por una parte, y de los espacios“concesionados”por otro, reaviva una pelea clásica de los últimos años: Playa Pública vs. Playa Privada. ¿Imaginamos la situación?

-  Acá no podés clavar la sombrilla ni quedarte, tenés que ir al sector público.
-  Pero éste es el sector público de la playa.
-  No, este lugar está reservado para los clientes del balneario. Te tenés que ir.


Este diálogo, con sus matices (los “patovicas de balneario” destinados a tal fin no suelen ser tan amables o gentiles), se repite varias veces por temporada y más, todas las últimas temporadas.
Si no se tiene un tío, un papá o un amigo de un amigo con una carpa o sombrilla en un balneario privado, tomar sol y bañarse en sus orillas es impensado, uno lo descarta de inmediato. Muchos crecimos inducidos y aprendiendo por la realidad, que esa playa es exclusiva y que como todo lo exclusivo es de pocos, no es de todos. O sea, es de ellos, de los que alquilan y de los que le alquilan. Como se sabe es ilegal restringir el libre  acceso a  la ribera y playas públicas a los vecinos y turistas.
A raíz de ello, este verano un grupo de vecinos resolvió unirse para combatir esta práctica ilegal por parte de los empresarios. Llegan en grupo, temprano, y antes de que los carperos comiencen a organizar el balneario, ponen sus sombrillas en el sector teóricamente público. La medida cosechó rápido apoyo por las redes sociales y los impulsores decidieron no detenerse tras el primer intento. Ya llevan realizadas distintas “sombrilleadas” en varias playas del sur de la ciudad. La respuesta política ante la acción y la denuncia, fue la clausura por parte de la Municipalidad de uno de esos balnearios. Esto demuestra que puede y suele ser la gente, la que le marca el rumbo al Estado.
Pero por otro lado, la clausura de una playa parece ser una puesta en escena más que una decisión política real de dejar de proteger a empresarios para beneficiar a la gente. Si realmente existiese una decisión férrea de defender la arena pública, no se esperaría una sombrilleada para cerrar una playa en pleno enero. O, al menos, se seguiría en esa dirección. ¿Solo el balneario clausurado lleva adelante estas prácticas? La respuesta está de más.



Todo esto, además, esconde un tema de fondo: por qué las playas del sur, las más exclusivas de Mar del Plata, las más cotizadas, pertenecen a una familia. El sector que va desde El Faro hacia el sur es propiedad de los Peralta Ramos, herederos del fundador de la ciudad. Ese sector fue expropiado en la década del ‘30, pero en 1958 la familia Peralta Ramos fue a la Justicia para reclamar que se le restituyan esas tierras (playas). Doce años más tarde, en 1970, durante el gobierno de facto de Lanusse, un fallo de la Corte permitió a los Peralta Ramos recuperar ese territorio.
En abril de 2013, ingresó a la Cámara de Diputados de la Nación un proyecto de una legisladora marplatense con el objeto de declarar de utilidad pública y sujeto a expropiación a ese sector de la costa marplatense. “Existe en nuestro país, por interpretaciones jurídicas que consideramos erróneas, una porción de playas y zona costera que no pertenece al dominio público y que se encuentra bajo el dominio privado. La Constitución Nacional y las leyes vigentes regulan claramente los dominios públicos de los recursos naturales”, explica la iniciativa que descansa en el Congreso.
La verdadera decisión política sería avanzar en esa dirección, que las playas sean de todos, no de una familia. Pero está claro que eso solo no alcanza. Sacárselas a los Peralta Ramos para entregárselas a un concesionario que opere con la misma lógica de impunidad está lejos de ser un acto heroico o justiciero.



Es lamentable y preocupante ver como progresivamente, ciertas playas  se han convertido en una oportunidad para hacer negocios privados con una alta rentabilidad a corto plazo y escasa inversión, en desmedro de los derechos de los ciudadanos  a  disfrutar libremente de esos espacios públicos.
Paralelamente, es paradójica  la contradicción  existente en el Ente de Turismo local (EMTUR) quien por una parte gasta miles de pesos  durante el año  tratando de promocionar  a la ciudad, para atraer turistas, y por otra el maltrato que se  les brinda  desde el Municipio  cuando llegan  a la ciudad.
Así, muchos  con esfuerzo llegan  a la costa con la idea de disfrutar  el destino de la playa y se encuentran que  a las mismas se puede acceder  parcialmente, y la única forma de permanecer en ellas es amontonados como sardinas  o, de lo contrario, optar entrando al negocio  pre establecido abonando  a concesionarios privados importantes sumas por alquiler de carpas y espacios de arena.



La legislación vigente en Gral. Pueyrredón, garantiza el derecho a  toda persona  a gozar y disfrutar del espacio público ribereño. La ordenanza Municipal n° 21090 específicamente establece la obligatoriedad a los concesionarios  de garantizar  una bajada mínima  para el público de tres metros de ancho, además de la instalación de baños públicos de uso libre en cada una de ellas, autorizando al Ejecutivo en sancionar y/o  quitar las concesiones a quienes no cumplan con dichas obligaciones.
El Estado Municipal es responsable de esta situación  ya  que “entrega” [vende] concesiones en forma indiscriminada al sector privado, que en pocos días de verano  quieren obtener beneficios desmedidos, alquilando hasta el último metro de arena que queda seco en la parte  concesionada, sin respetar la legislación vigente. Este mismo sector empresarial que además cuenta con otros privilegios; entre ellos la garantía de gozar  de agua potable permanente  para sus  piletas e instalaciones, mientras gran parte de la población, en otros puntos de esa misma ciudad, observa que de sus canillas apenas fluyen unas pocas gotas de agua durante gran parte del día.
La cuestión central es determinar quién se beneficia y a quién se perjudica con estas situaciones.
No hacer cumplir la ley, ni velar por defender uno de los  recursos naturales que tenemos, generador de Turismo, Trabajo, Ocio, Recreación, y la oportunidad de preservación medioambiental sostenible, entre distintos ejes, habla bien a las claras de los que privilegian intere$es personales por encima de  la ciudad en concepto integral, equilibrado, y sin prohibiciones.




Por “C~C” Marco Paredes.
Esta nota fue elaborada sobre la base de artículos publicados en los portales digitales; “0223” y “QUE”.

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