miércoles, 18 de septiembre de 2019



Cuando estoy por Mar del Plata suelo recorrer la “Rambla” [¿así la llamaríamos?] de los balnearios de La Perla. Generalmente por las circulaciones peatonales superiores de los contradictorios y bastante desagradables edificios. Bueno, al fin de cuentas fue una propuesta galardonada en un concurso nacional de anteproyectos que premió al estudio de arquitectura encabezado por el afamado Clorindo Testa y socios al efecto. No obstante ello, me sigue pareciendo aún hoy profundamente antifuncional y reitero estéticamente desagradable. Pero esto es paralelo.
En esta oportunidad y ya entrado en el mes de septiembre, decidí caminarlo por niveles inferiores a la altura de la vereda, desgraciadamente para mí.


El nivel de abandono y deterioro constructivo que observé, (cualquiera que efectúe un paseo por estos lugares podrá comprobarlo) es realmente muy importante. Como si ello les resultara a algunos solamente un hecho circunstancial, [lo cual para mí no lo es] me encontré con esos lugares públicos totalmente desolados, utilizados como letrinas al aire libre y también como rincones usados como hoteles alojamientos, vaya uno a saber con qué  intensidad y momentos [y tampoco me interesa averiguarlo] pero los indicios visibles de preservativos y otros rastros así lo demuestran. Preferentemente no recorras los lugares en compañía de menores, solo por sugerencia. Son laberintos en algunos tramos, resultando muy oscuros a la luz del día, por lo cual no quisiera imaginármelo en la nocturnidad.


Supuestamente en un recorrido tipo paseo peatonal como efectué, no debería toparme literalmente con algo semejante a piletas de natación abandonadas, con aguas estancadas y cercadas como corrales. Para poder evitarlas en mi recorrido me vi forzado a desviarme hacia la arena directamente, efectuando irremediablemente una muy extensa caminata sin remedio, por la playa misma. Una locura.


Circulaciones a niveles intermedios [entre la vereda y la playa propiamente dicha] que no recorren o proponen paseo alguno. Se entrecruzan sin sentido hasta llegar al punto de enfrentarte con escaleras que no conducen certeramente a ningún lado, o al menos a los lugares que pretenderías como paseo. Otra locura, si y de hormigón armado con pisos y revestimientos, mejor dicho locuras que costaron mucho dinero y están incorporados al paseo urbano costero “Público”. O sea de todos.
Finalmente en este que comenzó a ser, con toda intención placentera, un paseo agradable, y desgraciadamente terminó como una rápida travesía, vemos todos los espacios intermedios o remanentes entre el paredón de baja altura, de la histórica vereda de calle, y los edificios de la “Rambla Balnearios” [circulaciones públicas incluidas] como una rampas de tierra con escaso pasto, llenas de yuyos y residuos, basura que evidentemente se acumuló por semanas enteras y las visibles cunas de roedores tan proclives a habitar esos nichos.
Para finalizar y sintetizar la intención de este artículo, ¿A quién le corresponde el mantenimiento y custodia de estos espacios públicos? ¿Quién es el responsable del mantenimiento edilicio en condiciones “mínimas” de habitabilidad y uso de dichas áreas? ¿Quién le asegura al público el libre tránsito sin correr ningún riesgo personal a la integridad física, tanto en horarios diurnos como nocturnos?  ¿Al concesionario?  ¿Al Municipio? ¿A ambos? Terminemos definitivamente de efectuar negocios privados con los espacios públicos, es lo mínimo que nos merecemos.


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