El municipio recicla apenas el 10% de toda la basura que se produce.
Por
María
Florencia De Juan
El
nuevo
sistema de separación de residuos,
inaugurado oficialmente el 14
de agosto
de
2012,
generó mayor conciencia en los ciudadanos sobre el trato de los
residuos y su poder de contaminación. Sin embargo, también existe
otra cara: falencias en los proyectos y políticas ambientales
propuestas por el Estado, sumadas a la situación de trabajo
infantil de más de 50 chicos
que subsisten de lo que encuentran en el viejo basural, hacen que los
residuos todavía sean una materia pendiente en Mar del Plata.
El
nuevo centro de disposición final de residuos está a sólo 300
metros del viejo basural. En esa montaña de basura, ubicada en
avenida
Antártida Argentina y la 57,
a 10 kilómetros del centro de Mar del Plata, decenas de personas
buscan su sustento diario.
Pese
a los anuncios, este lugar todavía no se cerró. Según expresó el
presidente del Ente de Obras y Servicios Urbanos (Enosur), Manuel
Regidor,
la cuenta pendiente es “clausurar definitivamente el viejo basural”
y agregó que ahí existe un “plan
de
contingencia”
para la gente que no trabaja en la Cooperativa
Cura.
La
Común Unidad de Recuperadores Argentinos (Cura) surgió en 2004
cuando un grupo de recuperadores decidió unirse y crear la
cooperativa. El Municipio le dio impulso con el propósito de que
obtuvieran la concesión
hasta el 2015
de la “Planta
Municipal de
Separación
y Clasificación de Residuos Sólidos Urbanos”.
Esta planta fue inaugurada oficialmente el año pasado, junto al
nuevo sistema de separación de basura por origen. El grupo tiene hoy
120
socios.
De
esos 120, 40
trabajan en la planta
en
turnos de 6 horas. Los 80
restantes
junto a los más
de 300 trabajadores
que residen en el viejo
basural,
siguen esperando el momento para poder entrar, dado que el espacio
físico y la maquinaria no es suficiente para la cantidad de gente
que necesita vivir de la basura.
Regidor
admitió la situación insalubre en la que “trabajan” las
personas del viejo basural, aclaró que “están censadas” y que
los accesos al viejo predio están cerrados. Según el funcionario,
hay apenas 20 personas que viven allí y van a revolver la basura. La
realidad los multiplica: son más
de 200 los que día y noche
trabajan allí, entre ellos niños de entre 3 a 17 años, sin ningún
tipo de asistencia.
Funcionamiento
sistemático
De
los cerca de 120
camiones
que llegan por día al viejo basural, tan sólo se reciclan
10 o 12.
Cada uno de esos camiones lleva entre 6 mil y 7 mil kilos de basura.
Si la planta de reciclaje no tuviera las serias deficiencias técnicas
que posee y la falta de espacio físico para trabajar, reciclaría
el 60% de la basura,
pero hoy
sólo recicla el 10%
de las 700 u 800 toneladas de basura que llegan por día a los dos
predios.
Así,
las bolsas verdes y negras son depositadas sin distinción en el
viejo basural a cielo abierto, donde existe una empresa
privada
contratada por el municipio que trabaja con palas desparramando toda
la basura. Esta firma cobra 700
pesos por hora.
Según cuenta la gente que revuelve los desperdicios allí, hay dos
máquinas que operan durante cuatro horas por día, aunque cobran por
una jornada laboral de 12 horas: un negocio redondo.
Los
trabajadores que no forman parte de la Cooperativa Cura prefieren
juntar basura a la vieja usanza: ganan la misma cantidad de dinero,
pero en menos tiempo. En el nuevo predio hacen entre 140
y 200 pesos por día
en
seis horas de trabajo, mientras que en el basural se hace esa
cantidad en apenas 1 o 2 horas. Claro que las condiciones son mucho
más peligrosas.
Una
parte de los camiones descarga en la planta de reciclado y otros
pasan directo al basural. En el primer lugar, los trabajadores de
Cura utilizan guantes,
cascos
con linternas
-si es de noche- y un cúter
o
cuchillo
para
abrir las bolsas. Los otros lo hacen sin ninguna protección. Algunos
viven a pocos metros de la montaña de basura, bajo pésimas
condiciones sanitarias, vulnerables a enfermedades y accidentes.
Duermen en ranchos
de chapa,
cartón
y
plástico.
El agua potable es una utopía. El olor allí es insoportable, y los
gritos constantes por las peleas que se producen por la “mejor
basura” generan un clima tenso. Al mismo tiempo, los operarios que
controlan las máquinas tienen que mantener una concentración
inalterable para no lastimar o aplastar a alguno de los menores que
juegan y saltan a su alrededor.
Otros
no viven allí. Llegan todos los días de zonas aledañas como el
Monte
Terrabusi
y Santa
Rosa del Mar,
donde además hay desarmaderos y pequeños basurales a cielo abierto.
El
predio cuenta con siete policías que sólo controlan la descarga de
los camiones de la empresa 9 de Julio. Ante la mirada de las fuerzas
de seguridad, transcurren peleas con “transas” que operan en el
lugar o discusiones por la mejor basura, como los electrodomésticos
que aún funcionan y son desechados por los marplatenses.
Para
las personas que viven en el antiguo predio la basura es un recurso.
Y uno de los problemas más graves en el viejo basural son los
camiones que llegan desde el Hospital
Interzonal General de Agudos (Higa)
y descargan los denominados residuos
“peligrosos”:
medicamentos,
jeringas
y
otro tipo de elementos médicos. Incluso, se pueden encontrar entre
esos desechos remedios que la gente consume, sin saber de qué se
trata o qué efecto pueden generar en su cuerpo.
El incumplimiento de una Ley fundamental
La
Ley Nº 24.051 denomina como residuo peligroso a todo lo que pueda
causar daño, directa o indirectamente, a seres vivos o contaminar el
suelo, el agua, la atmósfera o el ambiente en general. Entre ellos
residuos provenientes de cultivos de laboratorio; restos de sangre y
de sus derivados; residuos orgánicos provenientes del quirófano;
restos de animales; algodones, gasas, vendas usadas, ampollas,
jeringas, objetos cortantes o punzantes.
Además,
la normativa tiene como finalidad concientizar al trabajador acerca
de la importancia de proteger su salud. De capacitarlos para que
pueda reconocer los tipos de residuos y su correcto manejo y
manipulación, situación que no se respeta porque todo lo que llega
de hospitales y geriátricos se tira en el lugar, sin hacer una
correcta división.
Colaboración
periodística:
Pablo
Pascual, Daiana Iroz, Virginia Bailone y Christian Rogers.
“Nunca nos vamos a poner de acuerdo con el Municipio”
La
Cooperativa
Cura
está
integrada por 40 personas. Su presidente, Alberto
“Beto” Ortega,
explicó que padecen diversas problemáticas. La luz se corta hasta
dos veces por semana y sufrieron la rotura de una de las cintas que
transporta la basura. Por el elevado costo, el Ente
de Obras y Servicios Urbanos
(Enosur) tardó meses en dar respuestas.
“Muchos
han venido y saben las problemáticas que hay acá, pero lo que
sucede es que ellos tienen su mundo y nuestro mundo no les interesa”,
expresó Ortega. En cuanto a los 79
millones de pesos
girados desde el Banco
Mundial
para terminar la planta, Ortega aclaró que con ese monto se haría
una de las mejores plantas a nivel nacional.
“Esta
planta según el municipio está preparada para 120
personas,
pero la verdad es que no entra esa cantidad, tendríamos que tener un
galpón de acopio. Y como ese problema hay varios más. Pero nosotros
nunca nos vamos a poner de acuerdo con el municipio, ya que sus
prioridades son otras. No es lo mismo ver la situación desde afuera,
que vivirla desde acá adentro”, aclaró el presidente de Cura.
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